«Mis últimos días en Madagascar»
Viajé desde Manakara hasta Ambrosita, mi última parada antes de volver a España, un viaje largo de más de doce horas, atravesando las montañas y selvas del este de Madagascar, en transporte local, los más que conocidos por mí taxi-Brousse, terminé por acostumbrarme.
Mi intención era conocer algo del pueblo Zafimaniry una de las últimas etnias de Madagascar que hacen del Animismo su creencia principal, todo gira alrededor de los árboles, la madera y el trabajo con ella.
Desde Ambrosita tuve que recorrer en moto taxi con mi guía local, un chico que contraté esa misma mañana, caminos de tierra que atraviesan campos sembrados de arroz y después de un par de horas llegué a una de las aldeas Zafimaniry.
El País Zafimaniry declarado Patrimonio Oral Inmaterial de la Humadidad, última etnia animista de la isla, los mejores artesanos en madera, que transmiten sus habilidades generación tras generación de forma oral, construyendo sus casas sin utilizar clavos, y tallando la madera realizando objetos de decoración y útiles del día a día.
Maderas ensambladas, ventanas esculpidas, orientación de las casas, los espacios interiores, todo tiene su significado simbólico, de la forma más hermosa porque todo habla de la unidad, del dar, del amor, del cuidar al que tienes al lado y cerrar vínculos, pude entrar en sus casas, conocer a los ancianos que velan por el bienestar del poblado y estrechar sus manos, conocer el orfanato de la aldea, niños cuidados por la comunidad porque sus padres ya no están.
No pude tener despedida más bonita y emotiva de Madagascar, porque ante mi impotencia interior por lo que veía, tanta pobreza, recibí el amor de los niños y los ancianos, y sin exteriorizar la tristeza que sentí y el pesar en mi corazón, solo hubo risas y bromas, juegos y mucha cercanía, a pesar de todo, vi que también eran felices.
La mejor despedida de Madagascar. Septiembre 2018.
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