Después de día y medio de viaje llegué a la Isla Nosy Boraha, también llamada Île Sainte-Marie, salí de Andasibe pasado el medio día, toda la tarde viajando para llegar al anochecer a Tamatave, aquí pasé la noche y organicé mi llegada a la Isla Santa María, primero un taxi-brousse por tres horas para llegar a Soanierana-Ivongo y desde aquí un barco otras tres horas hasta llegar a Ambodifototra, capital de la isla. Una isla frente a la costa este de Madagascar, con una historia mezcla de realidad y leyenda, y centro de la piratería que navegaba por el Índico en el siglo XVII, de ahí su cementerio pirata y población mestiza.
Hacia 1670, agotadas las riquezas del Caribe y atraídos por los relatos de traficantes de esclavos y mercaderes, numerosos piratas se dirigieron a Madagascar. Allí encontraron lo que buscaban, abundante agua dulce, madera para reparar sus barcos, nativos amistosos con bellas mujeres y la posibilidad de controlar el tráfico entre Europa y el Extremo Oriente con los ricos envíos que los príncipes musulmanes de la India enviaban a La Meca.
La vista que se ofrece al viajero no puede distar mucho de la que encontraron los barcos piratas que llegaron a finales del siglo XVII e hicieron de Sainte Marie su base de operaciones.
Solo vine para tres días y me quedé una semana en esta pequeña isla, de gente tranquila, playas y rincones que invitaban a pasar algunos días más, y por supuestola época de ballenas, esta isla es uno de los mejores lugares del mundo para observar las ballenas jorobadas. Todos los años, al llegar el invierno austral, cientos de ballenas abandonan la Antártida en busca de aguas más cálidas para aparearse y dar a luz. La bahía de Antongil, en el noreste de Madagascar, es su destino final, y entre julio y septiembre se las puede ver atravesando el canal frente a Sainte Marie.
Los rituales del cortejo son espectaculares, las ballenas saltan por encima del agua, golpean la superficie del mar con la cola o con sus aletas pectorales, o asoman toda la cabeza por encima del agua.
Cerca de la costa sur, se encuentran Île aux Nattes e Ilôts aux Sables, dos islas diminutas con arrecifes de coral y tortugas marinas, pude pasar en piragua a la Île aux Nattes, con mi bicicleta y recorrerla, conociendo a la gente que vive en ella y sus aguas turquesas.
Pero al final toda esa belleza de Sainte Marie, sus playas, las ballenas, el paisaje, el buceo, ha sido superada por su maravillosa gente, amable, risueña, humilde, siempre rodeado de niños alegres, con los que bromeaba entre juegos.
Marcho de esta isla de Sainte Marie con un bonito recuerdo para siempre.
Vuelvo a la gran isla, con intención de llegar al sur, ahí todo es más intenso, preparado para seguir esta aventura, después del relax de Sainte Marie. Agosto 2018.
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