«Madagascar, la isla continente»
Puedo decir que viajar solo, de mochilero, por Madagascar, ha sido una de las mayores aventuras vividas hasta el momento viajando por el mundo.
Al llegar al Aeropuerto de Tana (Antananarivo), la capital de Madagascar, pude notar que todo iba a ser diferente a otros lugares por donde he viajado.
No era la mejor hora para llegar al aeropuerto de una capital africana, a las dos de la mañana aterrizaba el avión, mientras cambiaba algo de dinero, tres chicos se disputaban mi mochila para ofrecer sus servicios como porteadores de equipaje, justo en ese momento apareció el que me llevaría a mi alojamiento, cuando me di cuenta ya estaba con cuatro malgaches montado en un Renault 12 y viajando durante una hora a la capital. Pude hablar algo en francés con ellos mientras sentía como me observaban con cada gesto o palabra, llegué a mi alojamiento y tal y como convenimos en cuanto a servicio y pago, me despedí de ellos.
Ahora entiendo mucho mejor todo lo vivido y hablado con locales, como me miraban, mi origen europeo y mi color de piel, el pasado reciente de este país como colonia francesa, sus posteriores veinte años de gobierno militar tras un golpe de estado, y una actual república en decadencia vendida por unos pocos y expoliada por la codicia del “Primer Mundo”, especias, canela y vainilla, zafiros, piedras y metales preciosos, de un país donde el 80% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y El 50% de la población sufre malnutrición crónica, la cuarta tasa más alta del mundo, todo esto marcó mi viaje e hizo que la Isla Continente, de lemures, camaleones y baobats, y los famosos Parques Nacionales de Isalo y Ranomafana, pasaran a segundo plano, para convertirse en la isla de los Betsileo, Vezo, Bara, Antemoro y así hasta las 18 etnias reconocidas en Madagascar.
Con esta exposición quiero mostrar un país, que a pesar de su singularidad natural, única en el mundo, me cautivó por las personas que en él viven, de diferentes orígenes, etnias con creencias y costumbres ancestrales que los hacen únicos también, cultivando arroz, pescando, construyendo y criando el ganado como antaño, antes de la revolución industrial que parece no querer llegar a este rincón del mundo.
“y a pesar de todo, siempre encontré la sonrisa de tantos niños, en cualquier lugar, que cada día se arremolinaban alrededor de mi y entre juegos me pedían algún regalo, y los gestos de amabilidad de gente tan humilde”.

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