Isla de El Hierro. Islas Canarias. España.

«Una Isla Mágica»

Llegué a la isla de El Hierro desde Gran Canaria en vuelo con Binter Canarias, en principio para pasar unos días, quizás una semana, para conocer la isla más occidental de las afortunadas y bucear en sus aguas atlánticas, nunca pensé al llegar, que esta isla mágica me cautivaría y apresaría por más de diez días.

Me alojé en la Restinga, al sur, centro neurálgico del buceo en El Hierro, para desde aquí conocer toda la isla.

Las distancias aquí no se miden en Kilómetros sino en tiempo, carreteras estrechas y de vértigo, serpenteantes por los acantilados escarpados de esta isla volcánica.

Así que entre días de buceo, de los que ya os hablaré, me dediqué a recorrer la isla, por supuesto obligado alquilar un vehículo para poder llegar a cada rincón.

Cerca de la Restinga se encuentra la playa de Tacorón, dicen que aquí puedes ver los atardeceres más hermosos, desde el Charco Manso, las pozas formadas por la lava y donde es cómodo bañarse, así que por varios días fui a ver la puesta de sol ya que me separaban tan solo 20 minutos desde donde estaba viviendo, y cierto de la hermosura de ver el sol ocultarse en el horizonte oceánico, cada día diferente, cada día una luz, cada día un color.

Cada vez que salía de la Restinga, en tan solo unos kilómetros pasaba del nivel del mar a alturas de más de 1.000 metros, esa es la orografía de esta isla escarpada, y de ahí que exista una vegetación singular en sus partes altas, y dediqué tiempo para descubrir estos bosques regador por los vientos alisios, típicos de las islas macaronésiscas.

En la Llanía, destacan los importantes enclaves de laurisilva y brezal un tipo de bosque relicto de la era terciaria que cubre zonas de Madeira, Azores y Canarias y son reductos de los que existían en la zona mediterránea antes de las glaciaciones, y parecía al ver sus troncos retorcidos, el musgo y la humedad, que estuvieran encantados y que las noches de luna llena, las brujas, en sus bailaderos, realizaran ofrendas a esta bella naturaleza.

Por supuesto, en las zonas algo más bajas, antes de llegar a la Llanía, pude contemplar los imponentes bosques de pino canario, por toda la zona del Julán.

Desde la Llanía bajé al municipio de La Frontera, aquí se encuentran los charcos más bonitos, y aquí descubrí mi poza para bañarme, un rinconcito maravilloso en el Charco de los Sargos, ahí fue mi último baño horas antes de marchar de la isla. También pude ver el famoso Charco Azul, y el centro de recuperación del lagarto gigante del Hierro.

Ese día acabó con una visión, el Roque de La Bonanza, ahí se paró el tiempo, ante mis ojos la eternidad del Océano y las entrañas de esta Tierra.

Aun me quedaban dos lugares icónicos de esta isla por visitar, el árbol Garoé y el faro de Orchilla.

Desde la Restinga hacia Valverde, me dirigí para ver y entender por qué a este árbol lo llaman el árbol sagrado Gaoré.

Cuentan las crónicas de la Conquista que en la Isla de El Hierro hubo un árbol al que los naturales llamaban Garoé. No conocían los españoles de otro árbol similar en todo el archipiélago o tierra conocida. El caso es que las grandes hojas del Garoé eran capaces de captar y destilar el agua de las nieblas que a él llegaban, agua que se recogía en grandes oquedades hechas en torno al árbol por los bimbaches, siendo la principal fuente de agua de este pueblo. No había más agua en el Hierro que la que dimanaba del Garoé. Por ello, el pueblo bimbache, entonces una escasa población, tenía al Garoé por una divinidad digna de toda adoración.

Mi último día en la isla lo dediqué para llegar al famoso Faro de Orchilla, antes de llegar pasé por el famoso sabinar, me quedé asombrado por estas sabinas centenarias ancladas al suelo y retorcidas por los fuertes vientos, sus troncos muestran las inclemencias sufridas por el clima, que a su vez le dan esa belleza tan particular, hermoso pasear entre ellas, mirarlas y tocarlas, seres enraizados, anclados a esta tierra de fuego, retorcidas por el viento mientras miran al mar.

Por último bajé por una carretera de vértigo a la Punta de la Orchilla para ver uno de los monumentos emblemáticos de la isla, el faro de Orchilla, nada más bajarme del coche todo mi cuerpo sintió la energía del lugar, realmente este enclave simbólico recuerda que la isla fue el meridiano 0, en muchos mapas de los siglos XVI y XVII aparece el meridiano de Orchilla como meridiano 0, su raya pasó durante doscientos años por este punto, hasta que éste se trasladó al Observatorio de Greenwich en Inglaterra en 1885.

Sentir que en este lugar todo acababa, más allá, el infinito océano, un azul sin fin lleno de monstruos marinos donde adentrarse solo era la mayor locura de intrépidos aventureros.

«Que deciros de esta isla mágica, que volveré, algo mío quedó allí.»

Agosto 2020.

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